Van casi tres meses desde la última vez que escribí en este blog, y no porque no quisiera, sino porque estaba disfrutando a concho la etapa que comencé a enfrentar. Vivir parte de tu vida en un lugar donde todos te dan una sonrisa, un lugar donde puedas respirar paz, donde puedas entregar todo lo que tienes... comencé a disfrutar de las cosas sencillas, me siento en cierta forma unida a ellas... y ya pronto las tendré que dejar, hasta que las encuentre otra vez en mi camino.
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Cuando nos enfrentamos a cosas nuevas, en un comienzo nos invade el temor, pero luego, cuando llegamos a conocer estas cosas, comenzamos a disfrutar... y ¿Qué es lo que más disfrutamos en verdad? ¿El sabor del chocolate que nos regaló una abuelita con la que conversamos a veces, o el que se haya acordado de uno?... Un niño sabría la respuesta...
Un niño es capaz de no pensar en lo que se hace mal, sino ver lo que se hizo bien. Un niño es capaz de ver la belleza en un monstruo. Es capaz de sentir compasión por el que le ha hecho mal... Se queda admirado del mundo que lo rodea, puede pasar horas observando las hojas de un árbol mecerse con el viento... Y así mismo es capaz de reir con un perrito que se persigue la cola, de sonreir con el vuelo de un pájaro, de quererte, sin saber tu nombre... Si todos fuéramos como niños... si sólo esa simpleza de espíritu habitara en todos y cada uno... entonces seríamos felices, siempre sonrientes, disfrutando de las cosas pequeñas... |
